viernes, 10 de octubre de 2014

Contrastes

De regreso a Uruguay desde El Cairo, me tocó en suerte pasar la noche en un hotel en Dubai. Cuando llegué, a eso de la una de la madrugada, me ofrecieron un tour de dos a cuatro. Me pareció buena idea invertir esas horas y unos dólares en recorrer la ciudad de la que todos hablan. Sin embargo, no me dan muchas ganas de escribir sobre Dubai. Ciudad de brillos y lujos, de formas extravagantes, de torres que arañan el cielo. El corazón del desierto está bastante lejos de allí.

Antes, en el Cairo, había salido a recorrer el centro en busca de te de hibisco para Serrana y un cordero de peluche para Sara. Las calles estaban vacías y los comercios cerrados, a excepción de las carnicerías. Frente a ellas, los carneros vivos aguardaban su turno, mientras manos entrenadas quitaban el cuero y las visceras a los que ya habían sido sacrificados. En vísperas de La Fiesta, los hombres de la ciudad se dedicaban a esos menesteres. Charcos de sangre en las veredas, cabezas ya peladas y patas amontonadas a un costado. No pude tomar fotos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

De regreso a oktubre

Llegó octubre y sí, es una obviedad, iba a llegar de cualquier modo. El almanaque es una mentira recurrente, el tiempo no existe pero en este plano nos persigue sin piedad. Lo interesante de este octubre es que me alcanza en el Cairo. Si el anterior había sido el dejá vu de un sueño casi abandonado, éste es la claudicación ante toda referencia. La revolución está en todos lados, la más íntima, la de los sentidos, los afectos, las proximidades, los abrazos. Todas las torres se cayeron en un sueño de algunas noches atrás y, en medio del derrumbe, se colaban los bocinazos de la siempre inquieta plaza Tala'at Harb.

La aventura cairota está llegando a su fin. Al principio no sabía cómo acomodar el cuerpo en las calles de esta ciudad, ahora no me quiero ir. Sumergirse en la experiencia egipcia contemporánea es desafiante y fascinante, demanda interés e intención, paciencia y respeto, tolerancia y aceptación. Superados ─mejor digo, integrados─ los mil y un obstáculos cotidianos, la máscara se resquebraja y permite descubrir a un pueblo hospitalario y generoso que está de pie, despierto, frente una encrucijada de caminos.