El Palacio Salvo perdió la antena y una bicisenda pasa por la esquina de mi antigua casa. La pequeña Sara llegó antes de tiempo, la conocí cuando tenía tan solo treinta y cinco semanas de edad gestacional corregida, más dos días. Olivia ya camina, aunque a veces se le tuercen un poco las patas traseras. Todavía no me tocó un temporal fuerte, de los que rompen los bancos de la rambla. Tengo que reconstruir un tejido chingado, como un buzo al que agarró el agua en la cuerda. Tengo que averiguar dónde quedaron mis patines, mis documentos uruguayos ─cédula, credencial, tarjeta del videoclub─, mis rituales mañaneros, mis neurosis obsesivas. Tengo que redefinir mi concepto de casa y trabajo. Me preguntan por el viaje. Cuál. Hace más de un mes que estoy viajando y aún no llego. Volver al hogar no es una metáfora, una declaración o un anhelo, es más parecido a un dolor de panza, pero de hambre. También es una trampa de osos colocada por mí, en mi propio pie, como una media de nylon.
domingo, 11 de mayo de 2014
domingo, 4 de mayo de 2014
El infierno está encantador esta noche
El viernes de noche volvíamos en auto desde San José, entramos por Carlos María Ramírez, dimos algunas vueltas y salimos a la calle Capurro. Tomamos a la derecha para bajar a los accesos, pero por error terminamos bordeando la bahía hacia afuera y frenando ante las puertas de la Refinería de ANCAP, postal única de Montevideo que nunca había tenido ocasión de ver tan de cerca.
Como andaba sin mi cámara, tomé prestada esta fotaza que encontré en internet y que pertenece a Alberto Héctor.
Como andaba sin mi cámara, tomé prestada esta fotaza que encontré en internet y que pertenece a Alberto Héctor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)