miércoles, 26 de febrero de 2014

Cigüeñas del Algarve

Estoy en el Algarve, así le dicen al sur de Portugal. Acá ya llegó la primavera. La ciudad en la que estoy parando se llama Faro. También visité Tavira, un pueblito cercano al que llegué en tren, bordeando las marismas del Río Formosa.

En esta ciudad hacen nido muchas cigüeñas. No se qué tienen los tejados y las torres de Faro que atraen tanto a estas estilizadas aves, pero a unos pocos kilómetros al este, en Tavira, hay solo gaviotas, las cigüeñas viven todas acá. Las he visto volar y planear, aterrizar sobre sus nidos con un puñado de ramitas y colocarlas con prolijidad, chocar sus picos como espadachines, caminar por los techos de las iglesias y buscar alimento en las marismas. Me emociona verlas, sobre todo cuidar de sus nidos y disfrutar del vuelo. El hogar y la libertad.

domingo, 23 de febrero de 2014

Sevilla

Volví a Sevilla.

Estaba instalada en Tarifa, contenta de haber encontrado la ciudad donde parar que venía buscando desde Serbia. En diciembre, aún en Belgrado, me había anotado en un taller dictado por Emilio Carrillo. Luego supe que estaba completo, pero mi terquedad natural me llevó a insistir. Mil cosas sucedieron entre medio: aconteceres, devenires, paisajes, kilómetros y gentes. Te hemos encontrado un sitio, me dijo Armando por mail. Luego me confesó que me había dejado su propia butaca. Pues es que has venido desde tan lejos!

Una vez más armé la mochila. Me vine en auto con Otman, el encargado del hostel de Tarifa, a pesar de su advertencia de que manejaba ligero y de mi miedo a la velocidad. Acá nadie conduce a menos de ciento cuarenta, pero algo me decía que no me tocaba darme de trompa contra un árbol justo en ese momento. Es cierto que ya me había dado el gusto de conocer ─e interrogar─ a Emilio personalmente unos pocos días atrás, pero la oportunidad se había presentado y no la iba a dejar pasar.

Sentada en el auditorio en medio de unas cien personas procedentes de Sevilla y de otras ciudades de España, cayó la ficha que faltaba, la pieza del puzzle que me venía bailando frente a los ojos en diferentes tamaños, formas y colores. Cayó y calzó en su lugar. El resto del taller fue como un bonus track, al igual que el almuerzo con los madrileños, los mates con las uruguayas en el dormitorio del hostel y todo lo que aún quede por delante.

No voy a regresar a Tarifa por mucho que me haya gustado ese lugar. Desde ayer que no paro de trazar rutas a Palos, Cádiz, Faro o Madrid. Me vuelve loca saber que por cada opción se abre una puerta y que aunque sea consciente de un viaje, los estoy haciendo todos. Una parte de mí se quedó en Tarifa descansando, hay otra que sigue a saltos de mata y hay una más que volvió a Montevideo hace meses, cuando estaba en el Cáucaso y no lograba salir de ese sueño en el que el viaje se había terminado antes de tiempo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

En las columnas de Hércules

La aventura marroquí duró muy poco. Visto a la distancia, una pena. No tuve la paciencia suficiente como para adaptarme a sus reglas. Otra cultura, eso es Marruecos. Ocho meses viajando para darse uno cuenta de que no es tan fácil aceptar lo diferente.

Fez es una ciudad fascinante aún vista a la carrera. La recorrí entera junto con Silvaine, un francés divertido y con mucha más paciencia que yo. Gracias a eso, me trepé a los techos de las curtiembres, probé las sopas típicas marroquíes y llegué hasta la estación de trenes para comprar mi ticket a Tanger. Aunque el guía era él, mi sentido de la orientación nos llevó por buen camino cada vez que amagábamos a perdernos en los laberínticos callejones de la Medina.

En Tanger me encontré con una ciudad tanto más tranquila como menos interesante y con Lisandro, un porteño macanudo que se iba para Copenhague con una campera de corderoy y un par de championes. También conocí a Marian, hija de madre española y padre marroquí, con quien compartimos largas charlas sobre la cultura del norte, la de los rifeños.

Y sin más trámite crucé el estrecho, como quien cruza el Río de la Plata, y desembarqué en Tarifa. Dicen que el levante y el poniente ─los vientos que soplan por aquí─ atrapan a los viajeros. Me lo contaba Hernán, otro argentino, uno de los muchos que han recalado en Tarifa y se han quedado un poco más de lo que dura la temporada.

Y en Tarifa comenzó un extraño periplo que me llevó a conocer personalmente a Emilio, en Sevilla; a compartir una noche de tapas con él y otros, entre ellos Aharon y Rebecca, judíos conversos que hablaban de Cábala mientras yo me acordaba de Jonathan y pensaba qué hago acá; a viajar con Emilio a Huelva y sacarme algunas dudas existenciales en el camino, como la de las dimensiones y la de los universos paralelos; y terminar nuevamente en Tarifa, para disfrutar un poco del sol y la playa, poner algunas ideas en orden y buscar por donde seguir.

viernes, 7 de febrero de 2014

Keep calm and visit friends in London

Juega el Fulham de local, a pocas cuadras de lo de Irán y Graciela, en Hammersmith, al costado de uno de los tantísimos recodos del Río Támesis. La hinchada está enfervorizada, a pesar de que ocupan el último lugar de la tabla. Pero en esta familia todos son hinchas del Chelsea, especialmente Mateo, quien juega al fútbol en la escuela, en el campito sobre la Fulham Palace Road y en el living de la casa.

Londres es un pulpo con doce brazos, uno por cada línea del Underground o Tube, como le dicen ellos al metro. Tomo un mapa y anoto los puntos cardinales: dirección este u oeste, es lo único que se debe saber con certeza antes de bajar a la plataforma. Atravesé varias veces la ciudad para llegar a sitios como la Brick Lane, el Hyde Park, la Catedral de St. Paul o el Barrio Chino.

No voy a hablar de Londres porque tomé muchísimas fotos que hablan por sí mismas. Lo mejor de esta parada en la larga ruta que llevo hecha, fue volver a ver a Irán, Graciela y Mateo. Especialmente a éste último, porque los adultos nos mantenemos más o menos igual, pero los niños crecen.

Estuve sacando cuentas y con Irán nos vimos siete veces en nuestras vidas: dos veces en Florida, más de dos décadas atrás; en Montevideo, cuando vivía con Alejandro en la calle La Gaceta; en Florida nuevamente, cuando me casé; en Montevideo una vez más, en su primer viaje a Paraguay luego de que se mudara con Graciela a Londres; en Asunción, en otro de sus viajes a Paraguay; y, finalmente, en Londres. Las vueltas de la vida, las nuestras también han dado muchas vueltas. Vaya uno a saber cuándo y dónde nos veremos de nuevo. A los tres: gracias gracias gracias!!!

* En la foto estamos en la Trafalgar Square, en los festejos por el Año Nuevo Chino.