domingo, 19 de agosto de 2012

el pago más grande














al lugar lo hace su gente.

hace más de un mes que estamos recorriendo ciudades y pueblos. esta vez recalamos en tacuarembó, el pago más grande de la patria.

llegamos desde rivera, eran las dos de la mañana. nuestro anfitrión nos fue a recoger a la terminal para llevarnos al hotel. llovía. por la mañana, el agua aún seguía cayendo, mansa pero insistente.

habíamos sido invitados a almorzar en valle edén, a unos treinta kilómetros de la ciudad. nos habían avisado que, a pesar de la lluvia, el arroyo jabonerías daba paso.

el jabonerías recibe el agua que baja desde la cuchilla. había desbordado hacía varias horas pero la camioneta 4x4 en la que viajábamos lo atravesó sin dificultad. sobre el arroyo, junto al paso ahora inundado, se levanta un puente colgante de unos cincuenta metros de largo. como el pronóstico no era bueno, dejamos el vehículo del otro lado y seguimos camino en el auto del dueño de la posada.

el restaurante de la posada nos esperaba acogedor, cálido, íntimo. los invitados a la mesa éramos: arezzo, director de cultura de la ciudad, con su esposa, ambos recién llegados de medio oriente; jorge, nuestro anfitrión, joven teniente coronel retirado, dueño del canal de televisión local; mauricio, periodista, realizador de un documental sobre la ciudad, que está celebrando sus cien años; darío, camarógrafo, reciente padre de un bebé que se encontraba internado a causa de un problema respiratorio; alfredo, el amable dueño de la posada; jorge, el homenajeado; y yo.

como especialidad del lugar, probé por primera vez el dulce de leche cortado, una receta de tradición fronteriza. luego de los postres, fuimos a conocer el museo de carlos gardel y la estación de trenes. los primeros brotes y el canto de los pájaros por detrás del agua que seguía cayendo sin descanso, nos recordaron que el invierno se estaba acercando a su fin.

al regreso, tuvimos que atravesar el jabonerías por el puente colgante, tal cual lo había previsto nuestro anfitrión. llovía con más fuerza. algunos rayos iluminaban el cielo, por lo que preferí no usar paraguas. me agarré de los gruesos alambres y crucé con paso firme para no resbalar.

la estadía en tacuarembó incluyó una visita a iporá, el balneario local, y una cena en el recientemente inaugurado hotel carlos gardel. en la vida lo importante es la familia y los amigos, de ahí para arriba es todo mentira, dijo el teniente coronel retirado, con quien intercambiamos impresiones, con sutil cautela de ambas partes, sobre los años más oscuros de nuestra historia, demasiado cercanos aún en nuestra memoria como para expresarnos con desnuda franqueza.

al día siguiente nos despedimos con un abrazo, prometiendo volver a vernos.

al lugar lo hace su gente, es cierto. y el corazón es como un pago, un gran pago con su rancho, su fogón y su mate espumoso para invitar al amigo que llega.

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