martes, 28 de agosto de 2012
la rosa de paracelso
aún queda fuego en la chimenea, dijo paracelso. si arrojaras esta rosa a las brasas, creerías que ha sido consumida y que la ceniza es verdadera. te digo que la rosa es eterna y que sólo su apariencia puede cambiar. me bastaría una palabra para que la vieras de nuevo.
¿una palabra?, dijo con extrañeza el discípulo. el atanor está apagado y están llenos de polvo los alambiques. ¿qué harías para que resurgiera?
paracelso le miró con tristeza.
el atanor está apagado, repitió, y están llenos de polvo los alambiques. en este tramo de mi larga jornada uso de otros instrumentos.
no me atrevo a preguntar cuáles son, dijo el otro con astucia o con humildad.
hablo del que usó la divinidad para crear los cielos y la tierra y el invisible paraíso en que estamos, y que el pecado original nos oculta. hablo de la palabra que nos enseña la ciencia de la cábala.
el discípulo dijo con frialdad:
te pido la merced de mostrarme la desaparición y aparición de la rosa. no me importa que operes con alquitaras o con el verbo.
paracelso reflexionó. al cabo, dijo:
si yo lo hiciera, dirías que se trata de una apariencia impuesta por la magia de tus ojos. el prodigio no te daría la fe que buscas: deja, pues, la rosa.
la rosa de paracelso (fragmento)
jorge luis borges
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