Finalmente encontré la forma más rápida y cómoda de moverme entre el centro de El Cairo y el barrio Mohandesin, donde está ubicado el Cairo Contemporary Dance Center. El hostel está sobre la calle Mahmoud Bassiony, a una cuadra de la plaza Tal'at Harb y a menos de quinientos metros de la tristemente célebre plaza Tahrir. Pleno centro de la ciudad. Siguiendo el consejo de Mustafá ─recepcionista del hostel─ camino hasta debajo del puente 6 de octubre, uno de los varios que cruzan el río Nilo y que está a no más de cinco minutos a pie. De esta forma, evito el embotellamiento que se forma en la Corniche justo antes de tomar el puente. Allí paro un taxi, de los blancos, y chequeo que el chofer encienda el meter. Le indico que me lleve al monumento de Mustafa Mahmud, sobre la Gamaet Al Dewal Al Arabeya, Avenida de la Liga Árabe. Así evito un segundo embotellamiento en Liga Árabe esquina Shehab, mi ruta inicial. Legados a destino, pago 12 libras egipcias (40 pesos) y me dirijo a la calle Syria, que nace en ese lugar y se mete por el barrio de Mohandesin. Camino unas pocas cuadras hasta la calle El Higaz, tomo a la derecha y salgo al Mercado Saudí. Si tengo hambre como un sandwich de falafel en pan de pita. Corto camino por un pasaje junto a una farmacia y salgo al edificio donde está el CCDC, en el número 1 de la plaza Mousa Galal.
Aprender esto me llevó toda la primera semana del curso que estoy realizando en el CCDC, sobre Arts Administration, Management and Curating applied to Contemporary Dance, gracias a la ayuda recibida por parte del fondo para pasajes de la Fundación Príncipe Claus. El transporte público en El Cairo no está preparado para el turismo, o viceversa. El sistema más extendido es el de los microbuses, que salen de grandes explanadas. Los guardas anuncian el destino a viva voz, recogen el dinero y viajan colgados de la puerta. No tienen número. No hay paradas establecidas, salvo en algunas esquinas importantes. He visto unos buses rojos, grandes, pero aún no tengo información sobre ellos. Solo se que no van a Mohandesin. La línea de metro tampoco.
El combustible es muy barato y la mayoría de los egipcios se mueve en auto. Eso convierte a El Cairo en una de las ciudades con mayores niveles de contaminación y a las calles en un verdadero caos. He visto muy pocos semáforos. De esos pocos, solo algunos funcionan. En los principales cruces del centro, un policía dirige el tránsito. De todos modos, son tantos los autos y tal el congestionamiento, que no es posible conducir muy rápido. Esto permite a los peatones cruzar la calle, aún grandes avenidas de varios carriles.
Las reglas y los usos y costrumbres sobre este espacio público ─el de la circulación de vehículos─, los códigos de manejo, la etiqueta, entre otros, hablan de una cultura, de nosotros, hombre y mujeres que la conformamos. No puedo dejar de recordar a los polacos, parados en la esquina, mirando el semáforo en rojo y esperando la luz verde, frente a una calle absolutamente vacía.
Aprender esto me llevó toda la primera semana del curso que estoy realizando en el CCDC, sobre Arts Administration, Management and Curating applied to Contemporary Dance, gracias a la ayuda recibida por parte del fondo para pasajes de la Fundación Príncipe Claus. El transporte público en El Cairo no está preparado para el turismo, o viceversa. El sistema más extendido es el de los microbuses, que salen de grandes explanadas. Los guardas anuncian el destino a viva voz, recogen el dinero y viajan colgados de la puerta. No tienen número. No hay paradas establecidas, salvo en algunas esquinas importantes. He visto unos buses rojos, grandes, pero aún no tengo información sobre ellos. Solo se que no van a Mohandesin. La línea de metro tampoco.
El combustible es muy barato y la mayoría de los egipcios se mueve en auto. Eso convierte a El Cairo en una de las ciudades con mayores niveles de contaminación y a las calles en un verdadero caos. He visto muy pocos semáforos. De esos pocos, solo algunos funcionan. En los principales cruces del centro, un policía dirige el tránsito. De todos modos, son tantos los autos y tal el congestionamiento, que no es posible conducir muy rápido. Esto permite a los peatones cruzar la calle, aún grandes avenidas de varios carriles.
Las reglas y los usos y costrumbres sobre este espacio público ─el de la circulación de vehículos─, los códigos de manejo, la etiqueta, entre otros, hablan de una cultura, de nosotros, hombre y mujeres que la conformamos. No puedo dejar de recordar a los polacos, parados en la esquina, mirando el semáforo en rojo y esperando la luz verde, frente a una calle absolutamente vacía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario