domingo, 28 de septiembre de 2014

Mimos

Ayer tuve la oportunidad de participar de un evento organizado por Saffaa y Ahmed. Ambos integran, dirigen y producen la Compañía de Mimo Esmo Eh?, que significa cómo se llama? El festival lleva el nombre 100 Thousand Mimes for Change ─por 100 Thousand Poets For Change, evento a escala global del que han formado parte─ y este fin de semana se realizaron dos presentaciones en el espacio público.

La primera fue en un lugar en la calle, en el barrio llamado Shubra, donde termina la línea 2 del metro. Por un malentendido con Safaa y su amiga Dina, quien era la encargada de ir a buscarme a la estación, no pude llegar. Ese día había cambiado la hora en Egipto y ambas fuimos al lugar de encuentro con una hora de diferencia. Es muy difícil meterse en los barrios de El Cairo sin conocerlos, simplemente porque cada barrio es una ciudad en sí misma con sus laberínticas calles no señalizadas. Volví para atrás.

La segunda fue en la estación de metro Opera, entre las ventanillas de venta de tickets y las escaleras mecánicas. Llegué temprano y me encontré con Safaa, Ahmed, Dina, Tigre ─a quien ya había conocido antes─ y el resto del equipo. Sabía por Safaa de lo difícil de conseguir autorización para realizar actividades en el espacio público. No obstante, el personal de la estación parecía colaborar y el público, al ver aparecer a los mimos, se acercó y participó con entusiasmo de las tres performances que tuvieron lugar. Un éxito!

Finalizado todo, me invitaron a ir para Giza. ─Hay un espectáculo en las pirámides. Tomamos el metro allí mismo, hasta la estación de Giza. Dejamos algunos petates en el estudio de Esmo Eh? y comimos en un restaurante el muy típico koshari ─fideos, arroz, lentejas, garbanzos, cebolla frita y salsa de tomates─. Giza es un barrio populoso, extenso, ajetreado, tan activo por la noche como durante el día. Me gustó su aspecto, iluminado y adornado con guías de luces y guirnaldas que atravesaban las calles angostas.

Tomamos un microbus local, una combi completamente abollada y sin puerta lateral. Hicimos un trayecto corto por los callejones del barrio hasta una gran avenida. Allí tomamos un taxi hasta el final de la calle. El tránsito estaba muy congestionado. Safaa y yo íbamos juntas en el asiento delantero, detrás iban Ahmed y dos amigos más, uno de ellos llamado Mohamed, que era quien iba a conseguir que entráramos al evento, aún cuando la hora de ingreso ya había pasado. Nos bajamos al final de la avenida, desde donde ya podían verse las pirámides y los potentes focos de luz moviéndose en torno a ellas. Tomamos otro microbus hasta la plaza de los camellos en la que había estado dos semanas atrás.

Finalmente, no pudimos ingresar. Había llegado un ministro y estaba prohibido el acceso de más personas por razones de seguridad. Una desilusión para todos ellos, más por mí que por su propio interés. Sin embargo me habían dado la oportunidad de disfrutar del día juntos, asistir al evento de 100TMC, cruzar la ciudad en cuatro vehículos diferentes, conocer Giza de noche y aún quedaba el regreso, que me dio una perspectiva distinta de El Cairo. Volví con Mohamed al centro en un microbus que tomó una vía rápida a gran altura. Las luces de la ciudad quedaron por debajo. Desde el microbus, solo se veían los edificios amarillos y marrones, ahora en sombras. Las pocas paradas en el trayecto estaban casi a oscuras. Los autos circulaban a gran velocidad, atravesando la distancia y la noche de una ciudad de ciencia ficción, sin luz, sin árboles, sin escala humana.

En algún momento el chofer bajó de la vía rápida y se metió en un barrio que se me hizo familiar. Pudo ser Dokki o Mohandesin. Aparecieron como de la nada los miles de cairotas, los gritos, las bocinas, las tiendas. Enseguida reconocí la cercanía del Nilo, luego Zamalek y el puente 15 de Mayo. Nos bajamos en la avenida Ramses, en el barrio Bulaq, donde una semana atrás había estallado una bomba. Mohamed iba para su trabajo en el canal de televisión estatal. Le aseguré que sabía muy bien donde estábamos y comencé a caminar, rumbo al centro, en medio del familiar bullicio.

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