viernes, 5 de julio de 2013

Plovdiv

Estoy en el Hostel The Crib, ubicado en el penthouse de un edificio en el centro de Plovdiv, la segunda ciudad más poblada de Bulgaria, con unos 320.000 habitantes. En este momento, mientras escribo tirada en un puff, canta Cesaria Evora en el plasma que cuelga de la pared del living de la casa. Estoy intentando aprender a no hacer nada.

Una de las chicas prepara la cena. Ayer comimos un guiso de porotos colorados con panceta y hoy tendremos un pastel de zucchini y hongos. El lugar no parece para nada un hostel. Las personas que aquí trabajan duermen en los mismos cuartos que los huéspedes. Provienen de diferentes países balcánicos y hablan entre sí -según me contaron - una mezcla del idioma de cada uno. El dueño conoce muy bien Bulgaria. Tiene la computadora conectada al plasma y nos muestra en el mapa los diferentes lugares a visitar, según nuestros intereses, y cómo llegar en cada caso.

Plovdiv es una de las ciudades más antiguas de Europa, contemporánea de Troya y Micenas. Lo que más me ha llamado la atención aquí es que es posible recorrer, tocar e incluso sentarse en espacios públicos que datan del siglo I y II, como el estadio romano y el antiguo teatro. Al igual que en Sofia, estos lugares conviven con iglesias ortodoxas y mezquitas de diferentes épocas.

En Plovdid he tenido ocasión de hablar con búlgaros sobre la historia de su país y he observado que los casi cinco siglos de dominación otomana pesan sobre sus espaldas como si formaran parte de su historia reciente.

Si bien Plovdiv es un libro de historia abierto, me dediqué a deambular por sus calles de forma errática - en realidad, intenté seguir un recorrido, pero la falta de carteles en las calles me llevó a improvisar -. Así fue como descubrí la fuente, dentro de los Jardines del Zar Simón, donde los veteranos del pueblo juegan a las cartas, al backgamon y al ajedrez; algunos interesantes murales que me dijeron datan de la época socialista; el Río Maritza y el puente cubierto, con sus dos largas hileras de tiendas; un parque donde los árboles reflejan todos los tonos del verde; y finalmente la iglesia de Santa Marina, en búlgaro Света Марина, a pocas cuadras de The Crib.

2 comentarios:

  1. Qué maravilla.
    Después de este viaje te podés dedicar a agente de turismo.

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  2. te diré que lo estoy pensando seriamente!

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