Llueve copiosamente en Veliko Tarnovo, debe ser una bendición de los dioses tracios.
Llegué físicamente el viernes 12 y el resto de mí se hizo presente el sábado 13, después de haber dormido unas doce horas. La despedida de Plovdiv dejó secuelas y lo que con más claridad recuerdo del viaje es la parte en que el bus tomó una ruta paralera a la Stara Planina - el nombre que le dan los búlgaros a los Montes Balcanes y que significa "montaña antigua"- en dirección al este, a la ciudad de Burgas, es decir, al Mar Negro. A mi izquierda, las montañas parecían no tener fin y, en mi cabeza, mis pensamientos tampoco: "maldita resaca, me equivoqué de bus..."
Bien, no sucedió. Estoy en Veliko Tarnovo. Los hombres de la Dinastía Asen gobernaron estas tierras entre los siglos XII y XIII, en los inicios del llamado Segundo Imprerio Búlgaro. En el cerro Tsarevets se encuentra ubicada la principal fortaleza de lo que fuera la capital del Segundo Imperio. Aún no fui a visitarla pero pude verla desde lejos. Es un conjunto arquitectónico de piedra que impresiona en su tamaño y extensión. En el presente, Veliko Tarnovo es una bonita ciudad... aunque debo confesar que me gusta más Plovdiv. Aquí el río da muchas vueltas y eso hace que el trazado de la ciudad sea un tanto caótico. Cada vez que salgo, me pierdo.
Hay algunas cosas que aún no he contado acerca de Bulgaria y de los búlgaros. Por ejemplo, su costumbre de afirmar moviendo la cabeza de derecha a izquierda y de negar moviéndola de arriba hacia abajo. Eso genera gran confusión entre quienes intentamos comunicarnos por señas por no conocer el idioma. He sabido de búlgaros que utilizan el sistema tradicional, es decir, el que usamos casi todas las personas no-búlgaras. Eso puede llegar a generar aún más confusión, porque cuando uno finalmente se adapta al sistema búlgaro, puede encontrarse con alguien que usa el otro sistema! En fin, en Bulgaria es fundamental responder con palabras SI o NO, YES or NO, DA ili NE, en el idioma que sea pero a texto expreso y en voz alta.
Otro detalle importante es que aquí el yogurt es delicioso. Sí, muy delicioso, el mejor yogurt que he probado en mi vida. No tiene nada que ver con ese mamarracho de yogurt que solemos comer y que a mi no me gusta demasiado. Además, lo mezclan con un poco de queso (blanco) y le agregan avena arrollada (o algo similar) y mermelada. Si esa mermelada es de rosas y además es casera, es el paraíso: la mermelada o jalea de rosas es un verdadero manjar.
Tuve oportunidad de conocer, gracias a Nedyalko - el dueño del hostel, junto con su esposa Stanislava -, algunos pueblos cercanos a Veliko Tarnovo. Me recordaron mucho a otros pueblos perdidos entre las montañas que visité el año anterior en Perú: mismo tipo de construcción, tanto los materiales como las formas, con lugares donde aprovisionarse del agua de manantial que la naturaleza brinda generosamente. Nedyalco carga varios bidones todas las semanas en uno de esos manantiales, en una zona que se caracteriza por la longevidad de sus habitantes.
Mucha gente está buscando una forma de vida alternativa. Es reconfortante ver cómo eso sucede en todo el mundo. En esta casa se consumen productos orgánicos comprados a pequeños productores, se utilizan artículos de limpieza ecológicos y no se desperdicia nada ni se consume en forma desmedida. Stanislava ha sembrado la casa con detalles personales, desde pinturas en las paredes o pequeños adornos prendidos a las cortinas hasta carteles escritos a mano con letras bien delineadas y figuras de colores. Hay muchos libros y no solo en búlgaro. Creo que el balcón que mira al río es el mejor lugar de Veliko Tarnovo. Sentarse, tomar un te de rosas o un café con canela y contemplar el bosque y el agua: no hay más que hacer.
En la recorrida por los pueblos de la zona, pude visitar una granja que pertenece a unos amigos de Nedyalco. Hace menos de tres años que están allí. Por lo que pude ver, están construyendo con barro y madera. Tienen huerto, frutales y rosas, gallinas, un niño inquieto, una perra que aún es cachorra y un gato al que no le interesa moverse de abajo del árbol. Y mucho, mucho trabajo por hacer.
Otras personas buscando una vida distinta son los dueños del restaurante de la esquina. Es una de las casas más antiguas de la zona, reabierta por un matrimonio - búlgaro él y ucraniana ella - que vivió muchos años en España, con una cocinera rusa. El resultado de toda esa combinación es una colección interminable de platos caseros de la mejor comida que he probado en los balcanes... o al menos tan buena como la que preparaba Drágana en Plovdiv! Borsch (sopa rusa); bob (sopa de porotos, más que sopa es un guiso); ensalada de hongos, jamón, queso blanco y amarillo, aceitunas, tomate, morrón y pepinos; menudos de pollo con cebolla; blinis (panqueques) rellenos de leche condensada; y esto recién empieza porque todavía me voy a quedar unos días. Un plus del lugar es la música, ecléctica pero siempre interesante.
Justo es decirlo que también comí un exquisito guiso de lentejas preparado por Nedyalco. Muy a nuestro estilo, suave, con algunos vegetales. La única diferencia es que prefieren comerlo frío, lo cual es entendible con este calor. Lo otro que merece un destaque es el pan casero de Stanislava, a años luz del que yo hago (mejor dicho, mi pan está a años luz del de ella, muy superior). Ses (así es como le gusta que le digan) guarda el pan viejo para comer con la sopa... y yo le sugerí que preparara budín de pan. Busqué la receta en internet porque, aunque alguna vez preparé uno, obviamente no recuerdo cómo se hace. Todavía está pendiente, pero espero que sea mi aporte a la rica cultura culinaria de Bulgaria.
Llegué físicamente el viernes 12 y el resto de mí se hizo presente el sábado 13, después de haber dormido unas doce horas. La despedida de Plovdiv dejó secuelas y lo que con más claridad recuerdo del viaje es la parte en que el bus tomó una ruta paralera a la Stara Planina - el nombre que le dan los búlgaros a los Montes Balcanes y que significa "montaña antigua"- en dirección al este, a la ciudad de Burgas, es decir, al Mar Negro. A mi izquierda, las montañas parecían no tener fin y, en mi cabeza, mis pensamientos tampoco: "maldita resaca, me equivoqué de bus..."
Bien, no sucedió. Estoy en Veliko Tarnovo. Los hombres de la Dinastía Asen gobernaron estas tierras entre los siglos XII y XIII, en los inicios del llamado Segundo Imprerio Búlgaro. En el cerro Tsarevets se encuentra ubicada la principal fortaleza de lo que fuera la capital del Segundo Imperio. Aún no fui a visitarla pero pude verla desde lejos. Es un conjunto arquitectónico de piedra que impresiona en su tamaño y extensión. En el presente, Veliko Tarnovo es una bonita ciudad... aunque debo confesar que me gusta más Plovdiv. Aquí el río da muchas vueltas y eso hace que el trazado de la ciudad sea un tanto caótico. Cada vez que salgo, me pierdo.
Hay algunas cosas que aún no he contado acerca de Bulgaria y de los búlgaros. Por ejemplo, su costumbre de afirmar moviendo la cabeza de derecha a izquierda y de negar moviéndola de arriba hacia abajo. Eso genera gran confusión entre quienes intentamos comunicarnos por señas por no conocer el idioma. He sabido de búlgaros que utilizan el sistema tradicional, es decir, el que usamos casi todas las personas no-búlgaras. Eso puede llegar a generar aún más confusión, porque cuando uno finalmente se adapta al sistema búlgaro, puede encontrarse con alguien que usa el otro sistema! En fin, en Bulgaria es fundamental responder con palabras SI o NO, YES or NO, DA ili NE, en el idioma que sea pero a texto expreso y en voz alta.
Otro detalle importante es que aquí el yogurt es delicioso. Sí, muy delicioso, el mejor yogurt que he probado en mi vida. No tiene nada que ver con ese mamarracho de yogurt que solemos comer y que a mi no me gusta demasiado. Además, lo mezclan con un poco de queso (blanco) y le agregan avena arrollada (o algo similar) y mermelada. Si esa mermelada es de rosas y además es casera, es el paraíso: la mermelada o jalea de rosas es un verdadero manjar.
Tuve oportunidad de conocer, gracias a Nedyalko - el dueño del hostel, junto con su esposa Stanislava -, algunos pueblos cercanos a Veliko Tarnovo. Me recordaron mucho a otros pueblos perdidos entre las montañas que visité el año anterior en Perú: mismo tipo de construcción, tanto los materiales como las formas, con lugares donde aprovisionarse del agua de manantial que la naturaleza brinda generosamente. Nedyalco carga varios bidones todas las semanas en uno de esos manantiales, en una zona que se caracteriza por la longevidad de sus habitantes.
Mucha gente está buscando una forma de vida alternativa. Es reconfortante ver cómo eso sucede en todo el mundo. En esta casa se consumen productos orgánicos comprados a pequeños productores, se utilizan artículos de limpieza ecológicos y no se desperdicia nada ni se consume en forma desmedida. Stanislava ha sembrado la casa con detalles personales, desde pinturas en las paredes o pequeños adornos prendidos a las cortinas hasta carteles escritos a mano con letras bien delineadas y figuras de colores. Hay muchos libros y no solo en búlgaro. Creo que el balcón que mira al río es el mejor lugar de Veliko Tarnovo. Sentarse, tomar un te de rosas o un café con canela y contemplar el bosque y el agua: no hay más que hacer.
En la recorrida por los pueblos de la zona, pude visitar una granja que pertenece a unos amigos de Nedyalco. Hace menos de tres años que están allí. Por lo que pude ver, están construyendo con barro y madera. Tienen huerto, frutales y rosas, gallinas, un niño inquieto, una perra que aún es cachorra y un gato al que no le interesa moverse de abajo del árbol. Y mucho, mucho trabajo por hacer.
Otras personas buscando una vida distinta son los dueños del restaurante de la esquina. Es una de las casas más antiguas de la zona, reabierta por un matrimonio - búlgaro él y ucraniana ella - que vivió muchos años en España, con una cocinera rusa. El resultado de toda esa combinación es una colección interminable de platos caseros de la mejor comida que he probado en los balcanes... o al menos tan buena como la que preparaba Drágana en Plovdiv! Borsch (sopa rusa); bob (sopa de porotos, más que sopa es un guiso); ensalada de hongos, jamón, queso blanco y amarillo, aceitunas, tomate, morrón y pepinos; menudos de pollo con cebolla; blinis (panqueques) rellenos de leche condensada; y esto recién empieza porque todavía me voy a quedar unos días. Un plus del lugar es la música, ecléctica pero siempre interesante.
Justo es decirlo que también comí un exquisito guiso de lentejas preparado por Nedyalco. Muy a nuestro estilo, suave, con algunos vegetales. La única diferencia es que prefieren comerlo frío, lo cual es entendible con este calor. Lo otro que merece un destaque es el pan casero de Stanislava, a años luz del que yo hago (mejor dicho, mi pan está a años luz del de ella, muy superior). Ses (así es como le gusta que le digan) guarda el pan viejo para comer con la sopa... y yo le sugerí que preparara budín de pan. Busqué la receta en internet porque, aunque alguna vez preparé uno, obviamente no recuerdo cómo se hace. Todavía está pendiente, pero espero que sea mi aporte a la rica cultura culinaria de Bulgaria.
No pare de reírme con el "maldita resaca, me equivoqué de bus..."
ResponderEliminarNecesito probar todo ya! <3 :)
hay rakia de uva, de ciruela, de manzana, de pera...
ResponderEliminarahora estoy en cherven, un pueblito cerca de la frontera con rumania. a cada casa que voy me invitan con uno distinto.
te acepto el café con canela y el desconectar la mente del trajín que creemos necesario.
ResponderEliminarCómo te enterás de todos esos detalles históricos?
Qué lindo es salir de viaje con alguien que te cuenta tan bien las cosas :D
cómo que vas a cada casa???
ResponderEliminarmis fuentes son diversas: desde wikipedia (plagada de errores y horrores), pasando por folletos turísticos en inglés y los testimonios de la gente que voy conociendo. como me interesa, pregunto :)
ResponderEliminarlo de cada casa, ya se que encontraste la respuesta, pero igual te cuento: me llevan!!