miércoles, 20 de noviembre de 2013

Radiofrecuencias

Voy en tren camino a Banja Luka, segunda ciudad de Bosnia y capital de la República Srpska. En mi compartimiento viaja una chica de unos treinta años que va camino a Zenica, a unos pocos kilómetros de Sarajevo. No se si es bosniak, serbia o croata, no soy capaz de distinguirlos, ¿alguien lo es?

Me cuenta que es radioaficionada amateur desde los diez años. Su padre tenía un equipo en su casa. Cuando la guerra, utilizaban ese equipo para comunicarse con otros pueblos. Eran los encargados de restablecer las broken lines. Me dice que en situación de guerra es el mejor sistema de comunicación. Solo necesitás tener el equipo transmisor-receptor y un alambre para construir la antena. Es fácil. Ahora es ingeniera eléctrica y trabaja para una compañía de celulares.

Luego de la guerra siguió practicando, al principio estableciendo comunicaciones con radioaficionados de otros países. Perdió el interés en esa actividad cuando descubrió la práctica de la radio orientación en los bosques, una competencia que consiste en detectar y seguir una señal (fox) en un territorio previamente delimitado ─utilizando un equipo receptor, un mapa y una brújula─ y correr para alcanzarla primero que el resto. La caza del zorro, sin zorros.

─Juegan en equipos?
─No, cada uno juega solo.
─¿Estás sola en el bosque? ¿Y los animales? ¿Y si te perdés?
─Así es el juego,
responde. Me he perdido, he tenido miedo y muchas veces luego de la competencia me he dicho que es la última, pero siempre lo vuelvo a hacer. En China sentí terror, los bosques de bambú son muy diferentes a nuestros bosques. Aquí en Bosnia es peligroso perderse porque aún hay minas en algunos lugares y, si bien están señalizados, si te perdés podés ir a dar a un terreno minado sin darte cuenta. Otra vez me encontré con un oso. Estaba muerto, pero no me di cuenta. Corrí tan rápido como pude y me salí del juego. Igual, hasta ahora nunca pasó nada.
─No podría hacer algo así.
─Yo no podría viajar sola.


Conoció a su marido en un bosque, ambos perdidos. El dejó de participar, le parece peligroso y ya no quiere hacerlo. Aún va a las competencias, pero solo para esperar que ella llegue.

La chica se baja en la estación de Zenica. Antes, me da el nombre de un club de montañismo en Sarajevo, por si vuelvo y quiero participar de alguna caminata. Seguramente no nos crucemos de nuevo, pero la charla me devuelve la paz. Siempre que sigo camino sola luego de un tramo en compañía de otro viajero, me pregunto ¿Y ahora qué? Las primeras horas me siento perdida, como en el bosque. Me pasó con el polaco, con los checos, ahora con el argentino. Afortunadamente, alguna situación se presenta, generalmente una charla donde encuentro un punto en común con un perfecto desconocido. Y más pronto que tarde la señal del zorro aparece.

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