martes, 26 de noviembre de 2013

Zagreb

La estación está a dos cuadras del hostel, siento pasar los trenes. Cuando llegué a Zagreb, tomé un folleto en la oficina de información turística y me dirigí al hostel que creí más cercano, pero en el camino encontré otro. Entré. Estaba calentito. Me quedé.

Ahí nomás dejé mis cosas y salí a recorrer. El centro estaba a unas pocas cuadras. Bueno, no tan pocas, quince o veinte minutos a pie. Saqué la cámara de la cartera y me di cuenta de que era tiempo de buscar los guantes en algún lugar del fondo de la mochila. La guardé y volví a meter las manos en los bolsillos. No tengo muchas fotos de Zagreb.

En seguida pregunté por el Museo de las Relaciones Rotas. Lo descubrí por casualidad hace meses en un blog de viajes, cuando me dedicaba a buscar información sobre los lugares que visitaría. El origen del museo fue el final de una relación. Luego comenzó a alimentarse de las historias de los visitantes. Algunas son triviales, otras desgarradoras. Los motivos de la ruptura o la reacción frente a la misma ─ira o dolor─ son el leit motiv de cada sección. Las historias, contadas por uno de los protagonistas, acompañan al objeto que las representa. Hay peluches, zapatos, vidrios rotos, cartas, artículos eróticos, un álbum de fotos, carozos de aceitunas, un hacha, una novela autobiográfica.

Paso por el mercado, a media cuadra de la Catedral. También por una pekarna o panadería. Compro algunas cosas en el super, el hostel tiene una cocina bien equipada. Veo el pronóstico meteorológico y me procuro una casa en mi próximo destino.

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