viernes, 27 de diciembre de 2013

Navidad II

El 21 nos fuimos para Gizycko, en los lagos del norte, cerca de la frontera con Kaliningrado ─ese pedacito de Rusia que está entre Polonia y los países bálticos─. Salimos de Varsovia temprano en la mañana en el auto de Isa y Pavel, hermana y cuñado de Voitek. Fueron unas tres horas y media de viaje atravesando las tierras planas de la región de Masowsze, donde parece que nada hubiera sucedido en años. Pueblos quietos, rutas angostas por donde transitan camiones que van a Lituania y Rusia. En Gizycko nos esperaba el resto de la familia paterna: Kristofer y su esposa Eva e Ivona y Marisha ─las otras hermanas de Voitek─ junto con sus maridos e hijos.

Cuando Voitek y yo nos despedimos en Armenia, yo aún comía carne. En los días posteriores y con Jordi y Alberto ─los ciclistas catalanes─ como testigos, comencé mi proceso hacia el vegetarianismo, que se fue afirmando con la ayuda involuntaria de Drágana primero y de Jonathan después. Mi familia es bastante tradicional y la mayoría de los platos típicos navideños tienen pescado, me dijo Voitek no bien lo puse al tanto de mi nueva dieta. No te preocupes, voy a comer todo lo que me sirvan.

Hablar de la Navidad en Polonia implica hablar de comida típica, ritos católicos, villancicos y vodka. Cuando llegamos, a eso del mediodía, nos estaban esperando con la mesa tendida y el primer shot de vodka. Luego de las presentaciones de rigor, nos sacamos los zapatos y nos sentamos a desayunar en la cocina. El desayuno consistió en café con leche, te y jugos, pan casero, manteca, queso, panceta, paté de jabalí, pepinillos en vinagre, ajvar ─está escrito en serbio, es una pasta de morrón que a veces lleva berenjena─, horseradish ─pasta de rábano picante─, ensalada rusa y gelatina de pollo y cerdo. Y una torta recién hecha, como postre. El pan, el paté, los pepinillos y la gelatina eran caseros. En la familia de Voitek todos son buenos cocineros, no por nada él terminó siendo chef de su propio restaurante.

Kristofer y Eva habían alquilado un apartamento para nosotros, ya que la casa paterna estaba sobre poblada. Allí fuimos a descansar y a prepararnos para la cena. Cuando volvimos estaba todo dispuesto en el comedor: platos, fuentes y vasos para el jugo y el vodka. En Polonia se brinda con las dos manos ocupadas: una con el shot de vodka y la otra con un vaso de jugo o un pepinillo. En Metadisco, una discoteca del centro de Varsovia, lo acompañé con una bebida gaseosa de la época comunista, con sabor a aspirineta. Lo importante es bajarlo con algo. Hay muchos tipos diferentes de vodka. En casa de Kristofer probé Krupnik, una variedad más dulce, preparada con hierbas.  

Nosotros, en nuestra familia, al vodka le decimos "the talent"─ me cuenta Marisha, porque saca a relucir nuestros mejores talentos.Y al menos uno de ellos es el de cantar villancicos a coro. Luego de la pantagruélica cena ─ganso con salsa de arándanos y peras; berenjenas asadas con crema de mayonesa, queso y hierbas; zapallo a la manteca; y macarroni con pesto de morrón─ Eva inició la ronda de canciones navideñas polacas. Para no dejarme afuera, Kristofer incluyó en el repertorio la versión en inglés de Noche de Paz, aunque yo me uní a ella con la letra de Sumo, que fue la primera que me vino a la mente. Sueña un sueño imposible, y terminarás cantando villancicos en el norte de Polonia.

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