Kusadasi es una ciudad balnearia sobre el Mar Egeo que recibe más de seiscientos cruceros en la temporada de verano. Llegamos en la tarde y nos íbamos hacia las islas griegas al otro día por la mañana. Teníamos la posibilidad de ir en una corrida a visitar Éfeso, a pocos kilómetros de allí, pero nos decidimos por recorrer el centro y la rambla, visitar la pequeña Isla de las Palomas -a la que se accede cruzando un muelle - y descansar un poco.
Nos habíamos levantado a las cinco de la mañana para tomar el vuelo de las ocho desde Kayseri (Capadocia) hacia Estambul. Tuvimos la posibilidad de ver desde el aire la orografía de este maravilloso país: picos nevados, algunos cursos de agua y escasa vegetación sobre Capadocia; un gran lago cerca de Kirsehir; la capital Ankara; más cerca de Estambul, terreno montañoso pero con abundante vegetación; y las islas del Mar de Mármara, incluyendo el orfanato construido en madera que habíamos visitado días atrás. Estambul desde el aire es una alfombra ondulada de edficios cuadrados, de pocos pisos y techos de tejas a dos y cuatro aguas, salpicada por modernos edificios y mezquitas de brillantes cúpulas.
En Estambul tomamos el vuelo a Izmir, una de las ciudades más importantes del país después de Estambul y Ankara, ubicada sobre la costa egea y a tan solo 100 kmts de nuestro destino.
Kusadasi cuenta con una gran infraestructura de hoteles y restaurantes, casas de ropa de marcas internacionales y también pequeños locales donde se venden cachivaches chinos. Prácticamente no hay hostels, por lo que nos alojamos en un hotel en el centro antiguo, con vista al mar.
El dueño del Hotel Stella nos fue a buscar al aeropuerto. Silvia llegó con su valija con ruedas y yo con mi mochila de 15 kilos en la espalda. (Aquí tengo que aclarar que originalmente pesaba 18, pero en Capadocia me resolví a abandonar parte de la carga). Hasán se ofreció amablemente a llevar la valija de Silvia hasta el auto.
El viaje del aeropuerto de Izmir a Kusadasi es de una hora. Hasán lo dedicó a intentar convencernos de que fuéramos a Éfeso y a la casa donde dicen que vivió la Virgen María sus últimos años. Nos ofreció un tour con guía - él mismo - por 50 euros y también la posibilidad de llevarnos hasta la entrada de Éfeso por el precio del transporte público. Nos cambió la habitación compartida por una privada con desayuno, por unas pocas liras más. Nos ofreció comprarnos los boletos del ferry a Samos para la mañana siguiente y también los de Samos a Myconos. En cuanto a los primeros, agradecimos su gentileza. Los segundos los compramos mucho más baratos en Samos al otro día. A punto de dejar Turquía, comprobamos una vez más las habilidades para la venta de los nacionales de este país, habilidad que - luego sabríamos - sus vecinos griegos no comparten.
Por la noche vimos un concierto de una artista local en la rambla junto al mar, mientras nos despedíamos de la cautivante tierra turca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario