Myconos es todo lo que hemos imaginado de una isla griega: casas blancas, redondeadas, con aberturas pequeñas en madera pintada de azul o celeste y un mar de aguas transparentes donde uno puede verse la punta de los pies; terrenos escarpados y áridos y pequeñas iglesias que aparecen detrás de cualquier curva o que se divisan a lo lejos, recostadas en las colinas de piedras.
El centro de Myconos es un laberinto de pintorescas callejuelas peatonales llenas de turistas y de tiendas. Es ruidoso y colorido. Por la noche, la música se escapa de los bares y tabernas. La comida típica se anuncia en carteles y menús y los empleados de los restaurantes compiten por la clientela. Cerca del puerto se puede elegir la langosta que uno desea comer, mientras aún nada dentro de la pecera.
En Myconos no hay sombra, ni en las playas ni en las callecitas de los pueblos ni en las rutas. El sol arde y mucho! Recorrimos la isla en cuatriciclo, subiendo y bajando colinas por caminos irregulares. La señalización no es buena, por lo que nos perdimos varias veces. Afortunadamente, no hay más que dar marcha atrás y probar por otro lado. Sin saber bien por dónde andábamos, llegamos a un camino que desembocaba en una playa desierta y sucia - donde las bolsas de basura se amontonaban junto a los contenedores, cual esquina montevideana - y nos cruzamos con camiones cargados de reposeras y quinchos de playa rotos. El patio trasero del paraíso.
En la isla hay solo casas, estudios (pequeños apartamentos para alquilar) y hoteles. Sus 5000 pobladores viven exclusivamente del turismo. No hay casi cultivos. Vimos muy pocos animales, tan solo algunas cabras. Los predios están divididos por muros de piedra, tan abundante como el agua de mar. Lo que no abunda en Myconos es el agua dulce. Se bebe exclusivamente agua envasada. En un lago artificial recogen agua de lluvia para diferentes usos, pero estas son escasas. Paradojas de la naturaleza.
El centro de Myconos es un laberinto de pintorescas callejuelas peatonales llenas de turistas y de tiendas. Es ruidoso y colorido. Por la noche, la música se escapa de los bares y tabernas. La comida típica se anuncia en carteles y menús y los empleados de los restaurantes compiten por la clientela. Cerca del puerto se puede elegir la langosta que uno desea comer, mientras aún nada dentro de la pecera.
En Myconos no hay sombra, ni en las playas ni en las callecitas de los pueblos ni en las rutas. El sol arde y mucho! Recorrimos la isla en cuatriciclo, subiendo y bajando colinas por caminos irregulares. La señalización no es buena, por lo que nos perdimos varias veces. Afortunadamente, no hay más que dar marcha atrás y probar por otro lado. Sin saber bien por dónde andábamos, llegamos a un camino que desembocaba en una playa desierta y sucia - donde las bolsas de basura se amontonaban junto a los contenedores, cual esquina montevideana - y nos cruzamos con camiones cargados de reposeras y quinchos de playa rotos. El patio trasero del paraíso.
En la isla hay solo casas, estudios (pequeños apartamentos para alquilar) y hoteles. Sus 5000 pobladores viven exclusivamente del turismo. No hay casi cultivos. Vimos muy pocos animales, tan solo algunas cabras. Los predios están divididos por muros de piedra, tan abundante como el agua de mar. Lo que no abunda en Myconos es el agua dulce. Se bebe exclusivamente agua envasada. En un lago artificial recogen agua de lluvia para diferentes usos, pero estas son escasas. Paradojas de la naturaleza.
Me gusta tu Mykonos! O más bien, me gusta Mykonos a través de tus ojos, casi lo mismo :)
ResponderEliminarmuchas gracias, alex!
ResponderEliminarintenté transmitir los sentimientos contradictorios que me generó.
besos