domingo, 29 de septiembre de 2013

Syunik, la tierra ignota

Something bad happened, me dice Voitek, we missed the marshrutka to Nagorno Karabakh. No se que decir frente a tal imprevisto, pero tampoco me altero demasiado. Podemos ir a Goris, una ciudad en la región de Syunik en el sur de Armenia, pasar la noche allí y seguir camino al día siguiente.

Nagorno Karabakh es un territorio en disputa que oficialmente pertenece a Azerbaiján, pero autoproclamado independiente en 1991 aunque no reconocido como tal por la comunidad internacional. Ubicado al sureste de Armenia, se puede acceder a él fácilmente solicitando un visado. La visa del país inexistente, diría Jack, un viajero norteamericano con el que quedamos en encontrarnos en Stepanakert, la capital.

Una de las chicas en la recepción del hostel nos consigue un taxi colectivo para ir a Goris. El tercer viajero resulta ser David, un irlandés que vive en Australia y va camino a la frontera con Irán.

Salimos de Yerevan con gran excitación por descubrir ese extraño lugar, Karabakh, dicen que de singular belleza, devastado por una guerra que dejó miles de muertos y desplazados entre 1991 y 1994. Atravesamos las tierras planas que rodean Yerevan y nos metemos en la región de Ararat. El recorrido, de unos 250 kilómetros, toma unas cuatro horas. Sentada en medio de Voitek y David, trato de no prestar atención a la conversación porque el inglés de este último con su acento mezcla de irlandés con australiano me resulta absolutamente incomprensible.

Hacemos una parada para tomar café en un pequeño bar al costado de la ruta. El dueño se muestra gratamente sorprendido de encontrarse con una uruguaya y hace mención al hecho bien conocido por todos los armenios con los que he entablado conversación de haber sido Uruguay el primer país en reconocer el genocidio.

Con Voitek tratando de convencer a David de venir con nosotros a Karabakh, entramos en la región de Vayots Dzor, donde las montañas comienzan a cobrar altura hacia ambos lados del camino. Son montañas peladas, con pastos altos y amarillos. La vegetación es escasa y tampoco se ven muchos animales.

En el medio de la nada y bajo unas gruesas gotas de agua que amenazan con convertirse en verdadera lluvia, vemos aparecer una extraña construcción: dos columnas grises con figuras en altorelieve al estilo soviético. Son las puertas de Syunik, me dijo Voitek. El enorme portal es un tanto grotesco. Pero, con el Pequeño Cáucaso como marco, sentimos la misteriosa energía de la región de Syunik dándonos la bienvenida.

Jack nos escribe diciendo que está en Shushi, una ciudad cercana a Stepanakert. Ya en Goris, intentamos negociar un precio para seguir hasta allí esa misma noche. No llegamos a un acuerdo, por lo que optamos por quedarnos en lo de Marieta, lo más parecido a un hostel que encontramos en la ciudad.

La casa de Marieta está ubicada en un bloque de apartamentos, destruido en sus áreas comunes como la mayoría de los edificios en los que he estado pero impecable en su interior. Marieta vive en el piso de arriba. Nos apropiamos de uno de los cuartos y nos instalamos en el living. En el televisor, una absurda comedia nos hace destornillar de la risa, aún sin entender una sola palabra.

Voitek y yo intentamos por última vez convencer a David de acompañarnos a Karabakh, pero él prefiere mantener su plan de ir hacia Irán. Desplegamos entonces el mapa sobre la mesa del living, a fin de buscar nuestras respectivas rutas. Presto atención a un lugar en particular, Zorats Karer, muy cerca de donde estamos, y recuerdo que alguien en Yerevan me había hablado de él como el Stonehenge de Armenia. También me habían dicho que Tatev, uno de los principales montasterios del país, ubicado en la región de Syunik, estaba en un enclave energético, al igual que Machu Picchu o las pirámides de Egipto. Comenté ambas cosas a Voitek.

Es muy importante para ti ir a Karabakh? me pregunta. Como en la mañana, cuando perdimos la marshrutka, no se que decir. En un minuto nuestro entusiasmo por conocer el país inexistente se traslada hacia la región más ignota de Armenia, esa tierra montañosa del sur que se abre paso en el mapa para dejar de ser Europa y convertirse en el gran país persa.

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