martes, 3 de septiembre de 2013

Un paseo por el Gran Cáucaso

De cómo llegué aquí y los lugares que visité en el camino, eso lo relataré después. Ahora quisiera contar que subir al Gran Cáucaso fue como traspasar el umbral de una tierra mágica, poblada de pequeñas iglesias y angostas torres de piedra de más de mil años esparcidas entre bosques de pinos, cañones y valles, con picos nevados recortados contra el cielo. Pero esta idílica visión no pretende ocultar el terror que sentí cuando nuestro chofer, un caucasiano loco y muy compadre, comenzó a trepar la montaña a toda velocidad y bajo una lluvia torrencial, con su marshrutska cargada hasta el tope de polacos, checos, mochilas y estampitas de San Jorge.

Estuve viajando varios días con Erika y Jiri, adorables checos que me invitaron a visitar Praga con la promesa de que en las casas de té de República Checa es posible tomar mate. Erika es una de las personas más sociables que he conocido y con una gran facilidad para los idiomas. Habla un perfecto inglés que aprendió en EEUU, sabe alemán, maneja un incipiente vocabulario en georgiano, se entiende muy bien con el ruso - en lo que ella llama esperanto eslávico - y hasta se dio el lujo de decirme algunas frases en español. Total que con ella la comunicación está asegurada. Jiri es historiador y trabaja para una ONG pro transparencia y anti corrupción. Lo entretuve por horas con preguntas sobre Turquía, Siria y Medio Oriente en general, Rusia y China, EEUU y los radicales islamistas, la UE y, obviamente, el Cáucaso. Fue una gran oportunidad y a la vez un placer poder aprender de él.

El Gran Cáucaso atraviesa Georgia de oeste a este a lo largo de la frontera con Rusia y alberga la región de Svaneti, una de las más recónditas y pintorescas de Georgia, caracterizada por sus altas y angostas torres defensivas construidas en piedra - koshkebi - de los siglos IX al XIII. Erika, Jiri y yo nos instalamos en Mestia, un pequeño poblado a 1400 mts de altura, con la intención de llegar hasta Ushguli, cerca del Monte Shkhara, el pico más alto de Georgia con más de 5000 mts.

En la iglesia de Ushguli pudimos ver frescos con la imagen de la Reina Tamar, biznieta del Rey Davit Aghmashenebeli, quienes llevaron al Reino de Georgia a su época de mayor esplendor (S. XI - XII). El guardián de la iglesia nos mostró el gran tanque de metal labrado, usado en los sacrificios de animales y una herramienta para el hilado de la lana, técnica que nos aseguró los griegos tomaron de los georgianos.

El camino entre Mestia y Ushguli es de una belleza majestuosa y a la vez prístina, como el agua que corre montaña abajo y alimenta ríos en cañones y valles; también rural, con casas de piedra y madera, árboles frutales y cultivos en las laderas, y vacas, cabras y chanchas con sus crías, que cruzan y ocupan con total displicencia la angosta y escarpada ruta que une los diferentes poblados; y salvaje, con sus frondosos bosques de pinos, habitados por osos y lobos, y sus amplios valles, donde aún hoy puede uno encontrarse con una bala de Kalashnikov, como la que Jiri sostiene en la foto.

Luego de varios días juntos recorriendo Georgia, hoy de mañana perdí a mis compañeros de ruta. El chofer me dejó en el primer poblado bajando la montaña, por falta de espacio en la marshrutska. Mañana me viene a buscar para llevarme a Zugdidi. Con un poco de suerte, dentro de unos días pongo los pies en el Mar Negro una vez más, pero del otro lado del mapa.

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