Viajando y viajando voy conociendo gente y haciendo amigos. Todos tienen un lugar en mi corazón, aunque debo reconocer que algunos ocupan más espacio: cada tanto, aparecen compañeros de ruta con quienes uno vibra en la misma sintonía.
He pasado días enteros sin ninguna compañía en diferentes lugares. En esos momentos, descanso, de alguna manera me preparo. Porque a los compañeros no es posible buscarlos. Las almas hermanas andan por todos lados y aparecen solas, así como el viento junta las hojas. Y así mismo, el viento las barre y las dispersa.
¿Y cómo es para mí un buen compañero? Bueno, sin dudas tiene que compartir la botella de agua sin temor a los gérmenes, abrazar con calidez, preguntar sin miedo, comunicarse con asertividad, estar dispuesto a cambiar los planes ─tanto para ir hacia adelante como para dar marcha atrás─, seguir las migas de pan que aparecen en el camino y despedirse con sencillez.
He pasado días enteros sin ninguna compañía en diferentes lugares. En esos momentos, descanso, de alguna manera me preparo. Porque a los compañeros no es posible buscarlos. Las almas hermanas andan por todos lados y aparecen solas, así como el viento junta las hojas. Y así mismo, el viento las barre y las dispersa.
¿Y cómo es para mí un buen compañero? Bueno, sin dudas tiene que compartir la botella de agua sin temor a los gérmenes, abrazar con calidez, preguntar sin miedo, comunicarse con asertividad, estar dispuesto a cambiar los planes ─tanto para ir hacia adelante como para dar marcha atrás─, seguir las migas de pan que aparecen en el camino y despedirse con sencillez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario