miércoles, 23 de octubre de 2013

Tirana, frívola y casquivana

La frase del título no es mía sino del porteño y es más un juego de palabras que el espíritu de la ciudad. Pero, por error, terminamos en Trip'n'Hostel, que resultó ser un buen lugar para alargar la estadía. Y nos decepcionamos con el Museo de los Mosaicos pero, en su búsqueda, salimos de los confines del centro. Y atravesamos gran parte de la ciudad para llegar al aerocarril que sube el cerro, solo para descubrir que los lunes cierra por mantenimiento. Y llegamos al mercado al final de la calle Zogu cuando todos los puestos estaban cerrados, aunque luego encontramos otro detrás del hostel. Tirana se reveló a su gusto, caprichosa ella pero bonita, amigable, buena onda.

La gente habla si uno le pregunta y también habla porque quiere. Frente al Museo de Enver Hoxha ─dictador comunista que gobernó el país entre 1944 y 1985─ conocido como la pirámide y en estado de abandono, entablamos charla por primera vez y recibimos las primeras impresiones sobre la situación de Albania. Cerca de nosotros unos chicos cruzan una rampa y hacen sonar una campana construida con balas fundidas. En otro momento y lugar, un verborrágico albanés multilingüe que arrastra una valija desde el mercado, se despacha con la historia de su país y la suya personal, entre viajes a Italia con pasaporte falso y familiares buscando mejor suerte en Grecia o Alemania.

La ciudad me gusta. No es pintoresca como Plovdiv ni cautivante como Tbilisi pero tiene un corazón que late. Me divierte disfrutar de ella sin pretensiones: ir a dar al Estadio y tomar un te junto a la puerta que da al palco; almorzar un popurrí vegetariano en una cantina mirando el Florentina - Juventus; descubrir que la boletería de la Opera, la caseta de venta de tickets para el fútbol y la puerta del Castillo de Tirana en el centro histórico, están siempre cerrados.

Arrastro una gripe desde Yerevan. En el hostel, un francés me prepara un te con miel y ron, a ver si logro pasar bien la noche. Dice que le gusta mucho Albania y que si encuentra una novia se queda. Steve, de Taiwan, sigue para Tel Aviv. El mexicano se fue para Montenegro dos días atrás. El porteño va camino a Shkoder. Me gustaría ir a Durres pero no quiero ir sola, por lo que me resuelvo a volver a Skopje, a lo de Drágana. Todavía tengo una gripe que curar y un par de museos que recorrer.

Me tomo el ómnibus a Sopje a media tarde del día siguiente. La señalización es mala y me cuesta saber por donde andamos, pero tanta agua solo puede ser el Mar Adriático y el puerto que veo desde la ventanilla del ómnibus solo puede ser el de Durres. Desde allí hacia el sur, desando el camino a Albania, que apareció y se esfumó como por encanto, como una moneda en la mano de un mago.

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